lunes, 29 de diciembre de 2008
sábado, 27 de diciembre de 2008
Ilumina la habitación como una pecera
Mientras floto en la oscuridad
Que se escurre por el techo
Negro siento mi cuerpo
Dulce mi sangre que me recorre
Y sentimientos de recién nacido
Brotan como flor en mi pecho
Agua llena mis ideas
Siento sólo las caricias
De las olas que en mareas
Trae este mar de delicias
Despierto y escribo unas líneas que me cruzan la cabeza; el transiberiano de la medianoche que atraviesa los recuerdos diarios. Y mis ojos legañizos se atontan con la luz y se espabilan en la oscuridad.
Creo que mi piel brilla cuando cierro los ojos, pero nunca puedo verlo porque se apaga cuando los abro. Es lo mismo que me pasaba con la luz del frigorífico, aunque un día conseguí verla dejando entornada la puerta.
viernes, 26 de diciembre de 2008
lunes, 22 de diciembre de 2008
Tal fue el impacto de tu presencia sobre mis cristales. que me quedé colgado en el aire. Como una marioneta, como las estrellas en la noche. Sólo que los hilos eran mis venas, que salían de mis ojos y por ellos me desangraba. Y una niña tiraba de ellos viendo cómo goteaba roja mi vida.
Todo sucedió ante la atenta mirada de una mujer tuerta que, sentada sobre una montañita de calaveras infantiles, le arrancaba los deditos a un niño como quien deshoja margaritas.
Mientras, susurraba con voz embarrada:
“me quiere… no me quiere… me quiere… no me quiere…”.
Y nunca se acababan los deditos.
Raro
sábado, 20 de diciembre de 2008
Y ahora, seco mi arroyo de palabras, recojo apesadumbrado restos de comida entre las páginas de libros que no alimentan salvo mi resentimiento. Mi corazón seco arde en mi tronco como la leña humeante de la chimenea. Y noto cómo cada latido se apaga con calma, extinguiéndose como los animales del bosque. Ardiendo entre los edificios manchados de hollín.
Y remuevo la ceniza con un palo, esperando en vano un ave fénix, antes de alejarme con la cabeza hundida entre los hombros. Hundida como un barco en el fondo de una bañera. Un barco fantasma con invisible tripulación de plástico.
Despierto y escribo unas líneas que me cruzan la cabeza; el transiberiano de la medianoche que atraviesa los recuerdos diarios. Y mis ojos legañizos se atontan con la luz y se espabilan en la oscuridad.
Creo que mi piel brilla cuando cierro los ojos, pero nunca puedo verlo porque se apaga cuando los abro. Es lo mismo que me pasaba con la luz del frigorífico, aunque un día conseguí verla dejando entornada la puerta. Tanto esfuerzo sólo para quitarle un poquito más de magia al mundo… Como si nos sobrara, digo yo.
viernes, 5 de diciembre de 2008
A media tarde comprobé con satisfacción que ya me habían vuelto a salir los ojos y las orejas. Aunque la nariz seguía siendo demasiado chata, no como la patata que suelo llevar. Para cuando saliera a la calle, seguramente ya estaría todo en orden.
Ya con el sol a oscuras, volví a asomarme por la ciudad. Las luces de Navidad habían asesinado todas las sombras de la calle, pero aun así encontré el camino a casa. Pasé con cuidado por la esquina de mi tropiezo y descubrí asombrado que un montón de gente estaba de rodillas adorando mi cara.
“¡¡Jesús, te adoramos, Jesús!!” gritaban.
Me encogí de hombros y continué hacia casa. Allí al menos tenía el calor del radiador: alguien con quien hablar. Después de contarle cómo había ido el día, fui al dormitorio, me di un cabezazo contra la pared y comprobé con satisfacción mi cara sobre la pared.
Entonces me puse de rodillas y empecé a rezar:
“¡¡Jesús, te adoramos, Jesús!!”
Porque pensé que si la gente iba a empezar a creer en mí, yo no podía ser menos, ¿no?
jueves, 4 de diciembre de 2008
sábado, 29 de noviembre de 2008
Mis ojos se cierran y mis poros se abren, y me dejo inundar por la suave somnolencia latente en mis huesos, mientras mi sistema operativo relaja sus defensas y los virus picotean mi piel, que se deshace en el huracanado viento azucarado. Y volamos por la brisa, un pájaro de nubes cuyo canto penetra bajo las faldas de las chicas.
De algún modo, percibo el olor a pintura de mis ojos y sé que ya estoy soñando.
El corazón abierto como una piñata y los dulces escapándose de mi vientre como caramelos ventolados. Y me convierto en aquella lágrima que aplastaste contra mi chaqueta. Aquella que me hizo sentir que realmente existías. Esa gota de agua salada con que descolgaste el mar sobre mis hombros.
Y de aquel mar surgió la ciudad bajo cuyos adoquines escondimos nuestros sueños, sin saber que acabarían amontonados en barricadas. Manchados de sangre, negros por el hollín. Nunca imaginamos que aquellas calles tenían fecha de caducidad, que nuestra ciudad era un cementerio: estábamos cegados por las flores de plástico.
Pero recuerdo el brillo en tus ojos, el calor de un aliento compartido que suspira una historia a la almohada. Nuestros brazos enlazados como el mimbre, nuestros besos resonando como un timbre.
Y despierto asustado, perdido entre mi felicidad interior y el opaco amanecer helado que se aproxima. El radiador tirita de frío. Me siento en la cama, frente a la ventana que se ilumina lentamente de un rojo anaranjado. Una aguja de sol se clava en mi alma inspeccionando mis venas. Cegándome.
Y siento que la belleza de tu recuerdo, vana creación de mi mente, es mejor regalo que un rayo de sol.
lunes, 24 de noviembre de 2008
domingo, 23 de noviembre de 2008
lunes, 10 de noviembre de 2008
Floto cuando los acordes drogados de jazz desafían al silencio y trotan enloquecidos, o navegan entumecidos por la neblina de mis ojos. Tizas arañando pizarras como trompetas y largos lamentos de un saxofón ebrio de pena. Y un piano tropezando por el suelo, pisando su propia melodía.
Exploto cuando las guitarras desgarran las paredes y arañan los cristales, salto esquivando voz condensada en puñetazos y escupo mis demonios contra el cielo, desdibujado sobre el blanco del techo. Como si no hubiera suficientes sueños por quemar, añado un poco de gasolina a mi sangre. Todo sea por elevar mi humo hacia el infierno de los gritos.
Y de nuevo la calma cuando el corazón impone su propio ritmo y los músicos continúan tocando fuera de tono. Al final se silencian avergonzados cuando bajo el volumen. En ese momento, mi locura y mi cordura cesan su baile por el techo y regresan frustradas a mis dedos.
Y con un paraguas de lluvia, me enfrento con una sonrisa al día soleado.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Las relaciones sociales brotan entre la apatía y el malhumor, que no mueren aunque uno se esfuerce en olvidarlos. Como una cortina que no acaba de correrse, el recuerdo de experiencias pasadas contamina mis sentidos.
lunes, 3 de noviembre de 2008
Pero sí que me escurrí por el empedrado cuesta abajo.
Entre piedrecitas y cristales.
Cada vez más lejos.
De mí mismo.
sábado, 1 de noviembre de 2008
Soy como un campo de pruebas militares: aquí mi piel se enfrenta a mis huesos, arañando las articulaciones con poca dulzura. Allí mis ojos se descuelgan como bolas de demolición y demuelen mis dientes, que caen astillados al suelo y se clavan en la tierra como flechas del ejército enemigo. Pero no hay ejército enemigo, el enemigo está siempre dentro.
Voy a ir a las vías del tren para lamer los fríos raíles de acero.
NEcesito calma.
Y perdido caminé hasta caer la noche.
lunes, 27 de octubre de 2008
Y no sé si soy un muro para lamentarse pero todos vienen y me dan un cabezazo.
Siendo mi única respuesta a todo esto
una sonrisa.
sábado, 25 de octubre de 2008
viernes, 24 de octubre de 2008
miércoles, 22 de octubre de 2008
Cansado, decidí esperar a que pasara el tren que me llevara de vuelta a tu interior, pero elegí mal el sitio y tomé asiento entre las vías. No pasó nada porque no hubo tren, pero imagínate qué susto cuando me di cuenta.
Un buen día conocí la desesperación cuando la vi tomando café en la mesa de enfrente. Me acerqué a saludarla pero no me miró, aunque desde entonces me la encuentro en todas partes. Suele estar en la única esquina que tiene mi cuarto, entre las telas de araña, y a veces la noto escurrirse bajo el colchón de mi cama de fakir. Como el guisante del cuento aquel, aunque yo sigo durmiendo como un príncipe porque estoy anestesiado ya.
Ayer me hice una herida: un leve resentimiento sobresalía de una pared y al pasar la mano se rajó mi dedo. Justo el dedo corazón. La piel se abrió como queso fresco y empezó a soltarse por capas. Mi piel es así, como la cebolla, por eso siempre que me corto lloro. Tiré de ella como de un hilo y acabé deshilando mi desilusión. Decidí que luego cogería agujas de vudú y me haría un jersey. Después me lo clavaría en el corazón, pero sólo si hacía juego con mis venas.
Y así seguí durante un tiempo, zumbando sin ruido en mi panal de apartamento, haciendo el zángano entre los obreros. Busqué trabajo entre los asesinos de masas pero respondieron que no querían más publicistas. Además el lavado en seco de cerebro nunca se me dio bien. Vomité arena para gatos en un cubo y me alejé al empezar a oír los maullidos.
Pronto me di cuenta de que, entre tanta ignorancia, te había olvidado, así que empecé a beber para recordar. Con cada vaso aparecía una imagen, con cada chupito un píxel. Y con cada gota de agua, desaparecía un año.
Desapareció todo cuando me bebí el agua del váter.
Desaparecí yo cuando empezó a llover.
Esperaba el autobús, aunque no había ninguna parada cerca. En realidad sólo estaba pensando un poco. Moliendo café en mi molinillo, dándole vueltas a las cosas. Sentía que algo no iba bien por dentro: o la digestión o mis sentimientos. Y lo primero no podía ser, porque nunca he tenido estómago para esto.
La recordaba en el apartamento, en la habitación que iluminaba aquel oscuro callejón. Con esos ojos que iluminaban mi oscuro coraz… Vaya, ya vuelvo a decir tonterías. La recordaba sentada en la cama mirando sus fotos y mirándome a mí. Diciéndome que no quería volver a verme y que iba en serio lo que decía. Y yo con los ojos muertos, con la mirada inerte de un pescado, flotando por aquel río de desesperación que chorreaba escaleras abajo y me llevaba hasta la puerta.
Y me dejaba olvidado en lo negro de aquel oscuro callejón.
Y recordando todo aquello, me di cuenta de que sí que esperaba el autobús. La lluvia golpeteaba el suelo con impaciencia y después se iba, harta de esperar, hacia las alcantarillas. No se oía ningún ruido, salvo cuando pasaba algún coche de cuando en cuando.
Miré la farola porque creí que me guiñaba un ojo, pero sólo había sido una nube que flotaba por el cielo, por aquella lejana distancia que era ahora la otra acera de la calle. Mi mundo se iba haciendo cada vez más grande según yo me iba haciendo más pequeño.
Descubrí un rumor lejano, como de un río que se desborda. Era el autobús, que ya venía.
La recordé mirando las fotos. Me miró. Me dijo que ya no me quería.
Y di un paso adelante para pillar el autobús.
Aunque, irónicamente, fue él quien me pilló…
martes, 21 de octubre de 2008
lunes, 20 de octubre de 2008
viernes, 17 de octubre de 2008
martes, 14 de octubre de 2008
¿no ves que podrías haber evitado todo eso con tan sólo darme un beso?
Después de llegar a un acuerdo la acompañé al servicio con su abrigo y nos metimos en plan furtivo en el de mujeres. Nos apretamos en el último y cerramos con cerrojo. Ella sacó la droga y la empezó a esparcir por el espejito. Como una auténtica dama. Se hizo la primera raya y me dejó a mí una un poco menos gorda porque sabe que yo no le pego desde hace años. Después le metí mano a sus tetas y empecé a lamerle el cuello. Me agarró la corbata y tiró hacia sí con fuerza. No sabía si me dejaba sobarla o me lo exigía. Me sentí obligado a ponerme de rodillas y comerle el coño apartando el tanga a un lado. Mi cabeza dentro de su minifalda y mi poya fuera de mi pantalón. Luego ella la lamió un poco, como para lubricar, y la dirigió con un golpe maestro hacia su coño. Fue como besar un cielo de caramelo: su lengua contra la mía y mi poya hacia su estómago.
Y le dimos caña al váter durante por lo menos veinte minutos.
A la salida había un camarero con cara de desaprobación que nos pidió que abandonáramos el local y nos susurró que “sabía lo que habíamos hecho”, aunque no me quedó claro si hablaba del sexo o de la coca. Nos fuimos igualmente.
El taxi pasó zumbando pero se arrepintió y paró. Por esa zona no habría mucha más gente a esas horas. Y menos mal porque llegamos al concierto follados. Con el tiempo justo de pillar un cubata antes de que el saxo empezara a silbar por el escenario. Nos quedamos en una esquina desde la que se veía el escenario, por encima de las cabezas de todos aquellos gilipollas que se habían sentado en las mesas. Antes muerto que ver un concierto sentado. Gilipollas. Y encima seguro que piensan que soy un puto yupie.
Y bueno, el concierto fue un poco rollo, en plan nuevo jazz y mestizaje y toda esa mierda de fumaos. Y todos aquellos culturetas autocomplacientes con pasta de sobra y ropas caras pero de estilo “casual” se acariciaban la barbilla y se recolocaban las gafas continuamente hasta que los músicos, probablemente igual de aburridos que el resto, se largaron de allí. Ni siquiera pidieron más, sólo aplaudieron. Esa actitud del que tiene dinero y puede hartarse a ver conciertos. Por dios, tuve que convencerla para que nos echáramos otra raya en el baño. Si no, no hubiera aguantado ni media hora. Y eso que tragaba whiskey como un poeta.
Al final de todo salimos los últimos del bar: abrazados y totalmente borrachos. Creo que ella tenía ya su mano metida en mi bragueta. Pero no recuerdo nada. Y luego aparecimos en el hotel; supongo que fuimos en taxi, pero yo sólo recuerdo despertar tumbado sobre el edredón de la cama y ella saliendo del baño desnuda. No creía que se me fuera a poner dura pero ella me hizo una mamada maestra que, acompañada por una preciosa pastilla azul, consiguieron levantarme el ánimo y la poya. Y otra vez al tajo: qué complicadas son las cenas de negocios.
………………
Al amanecer, despertando con el mediodía y ganas de cagar, me encuentro solo en la habitación. Ella ha tenido más aguante y se ha ido temprano. Yo no tengo el cuerpo para hostias: todavía tardo hora y media en espabilarme, ducharme y ahuecar. Y encima tengo que pagar un día de más por dejar la habitación después de las doce. Casi me dieron ganas de pasarme por allí esa noche con un par de putas.
Llegué al trabajo a las tres de la tarde, fresco como una rosa mustia y teniendo que aguantar las sonrisitas de mis compañeros y los constantes codazos de mi jefe. Todos porque tengo un chupetón en el cuello. Puta…
Y al final, al final de todo, me tiro en el sofá con dolor de huevos y trato de dormir un poco recordando su bello cuerpo. Miro un rato el canal porno pero desisto de hacerme una paja y cierro los ojos. Otro día de mierda en el trabajo.
Necesito unas putas vacaciones.
sábado, 11 de octubre de 2008
Luego la siento rebosando dentro de mi cuerpo y buscando la salida por la boca. Rojizas gotas de agua grasienta escurriéndose desde mis labios por la barbilla y la garganta. Hacia abajo, hacia el suelo, hacia las alcantarillas a mis pies.
Vomito entrañas grasientas empapadas de sangre que se escurren desde mi garganta hacia abajo, hacia el suelo, hacia las alcantarillas a mis pies.
Me arrastro por el suelo empapado de grasa y me escurro hacia abajo, hacia el suelo, hacia las alcantarillas a mis pies.
Y en una densa oscuridad aceitosa, me escurro grasiento hacia abajo, hacia el suelo, hacia las profundidades de la tierra.
viernes, 10 de octubre de 2008
Toda su vida había estado marcada por esa minusvalía, por esa carencia imposible de satisfacer, por esa sensación inevitable de estar incompleto. Haría falta comprender todo esto o, es más, haberlo vivido, para alcanzar a comprender la intensa alegría y satisfacción que sintió cuando tocó por primera vez el vientre de su mujer embarazada.
Por fin, cuando mis piernas destrozadas ya no tienen piel ni músculo, llego caminando sobre amarillentos huesos a un campo de trigo silencioso. Me lanzo corriendo colina abajo y me dejo caer sin suavidad sobre la tierra no seca. Por fin un respiro, por fin descanso en la ausencia de sonido. Y tumbado contemplo las nubes, demasiado lejanas como para decirme nada, recuperando el oxígeno que se me había escapado en la huida.
Y descanso, hasta que empiezo a notar el suave rumor del silencio a mi alrededor. Un silencio tan silencioso que me llena los oídos de vacío, que se cuela hacia mi cerebro y callejea por entre las conexiones neuronales pisoteando la hierba de mis jardines. Un silencio tan ruidoso que mi cabeza va a explotar como un globo; y noto el eco de ese silencio lamiendo mis oídos y arañando mis dientes desde dentro con una uña afilada.
Incapaz de soportarlo, empiezo a chillar, gritando desgarrado y temblando como una taladradora sobre el asfalto, y corro hacia la ciudad, hacia los miles de gritos al unísono, hacia un sitio donde pueda ser uno más. Y allí, me confundo con la multitud durante un rato, sabiendo que en algún momento callarán y yo no podré parar de gritar; sabiendo que en el fondo, no seré uno más.
jueves, 9 de octubre de 2008
Ese dibujito hablaba de esperanza, permitía creer en algo.
Aunque la mancha de sangre que había debajo no permitía creer demasiado.
Y nada sorprendente fue que atravesara el techo del coche que me detuvo.
martes, 7 de octubre de 2008
lunes, 6 de octubre de 2008
domingo, 5 de octubre de 2008
viernes, 3 de octubre de 2008
miércoles, 1 de octubre de 2008
Intento sobre la soledad
Uno sabe que está solo porque está con otra gente. O porque se da cuenta de que habla solo. O porque está con otra gente pero se da cuenta de que habla solo. Aquí el cuerpo no pide nada y la persona no puede más que seguir como hasta entonces. Sólo se trata de una herida más en lo interno, dentro de nosotros, dentro del alma que tirita. Y no hay ropa que cubra de este frío.
La soledad convierte la caricia en mito y el saludo en amistad. Y el día empieza con un buenos días que rebota en el espejo y acaba con el olvido nocturno. Entonces la luz de la luna sustituye a la oscuridad de las sombras creadas por el sol y las farolas despiertan a la noche, que amanece estrellada de legañas.
La noche es para la soledad. Quizás por eso salimos a buscar compañía, para escondernos de ella entre luces y risas. Quizás por eso somos tantos los insomnes que vivimos de noche. Y cansados pero sin sueño, desvelados en nuestros ensueños, suspiramos en silencio que estamos solos. Y los sonidos de estos suspiros son llevados por un sordo viento somnoliento que sosiega nuestros sentidos y los hace desvanecer.
domingo, 28 de septiembre de 2008
O al menos lo hubiera hecho si le hubiera quedado lengua con la que hacerlo.
sábado, 20 de septiembre de 2008
Retazos y dispersiones VI
O imaginaciones tuyas, no sé, ¿qué viste?
Siempre he querido preguntarte si cuando me encontraste y me miraste, con aquellos ojos ardientes, viste algo. Algo más que tu reflejo en mis pupilas cóncavas.
Teníamos una pala para hacer el agujero pero no había cadáver en el hoyo así que me preguntaron si no me importaba meterme yo. Costó acostumbrarse porque la arena estaba fría y mojada. Llena de lombrices asquerosas.
Pero dijeron que sólo sería un rato.
No sé, ¿cuánto tiempo es “para siempre”?
Retazos y dispersiones V
No me importa la extensión ni la dilatación. Como mucho el rasgueo de una cuerda. Y sólo si puedo decir que no me gusta cómo suena. Abrí el libro por la página de todos los días y me encontré con las letras cambiadas de sitio. Como si no estuviera en ningún idioma pero a fin de cuentas lo entendiera bien. Como si Tristan Tzara se hubiera cagado en mis cereales o mi marca favorita de cerveza no tuviera esquina en la que veranear.
Mi ensalada de pepino convertida en metáfora sexual y una silla de ruedas sin otro doble sentido que “hacialante” y “haciatrás.” Y nadie que entienda lo que digo o que sepa ver lo bueno que hay en mí. Congelado entre deseos furtivos y cazadores de cabezas reducidas. Las tijeras sirvieron para cortar el rollo, pero para poco más. Y estuve dentro de mi estuche esperando a que me sacaran para marcar unas líneas, aunque al final la cremallera nunca fue abierta.
¿Por qué esperar un milagro en un día de rutina? ¿Por qué no creer en algo para rechazarlo y quemarlo después? ¿Por qué no derretir tus bellos ojos claros en un día de furia?
Versículos entre llamas de cerillas y aun así el calor que no llega. Secadores de pelo que te queman el alma y chicas de colorete sobre sofás con mantas de leopardo. O de cebra.
Pasos de peatones pintados en las paredes y alpinistas de una lata de atún.
Y nada comprensible bajo el cielo nublado. Y un sol pintado en el gris de las paredes.
Cenando un nutritivo desayuno con diamantes y almorzando desnudo sin mordaza.
Todos bailando mierda y mis ojos destripando el horizonte de cabezas.
Y no tiemblo más que por el frío.
Mucha dinamita para tantas cosas que ya de por sí se tambalean.
Retazos y dispersiones IV
Golpéame con un látigo de besos y no mires atrás.
Arráncame la piel a tiras y pégalas a tu chupa de cuero.
Pinta de blanco mis pupilas y descose las mangas de mi pijama.
Me dará igual y será peor.
Igual porque todo lo que tengo lo compré de oferta,
peor porque sabes que siempre hago los mejores precios.
Y si me vendo o me alquilo depende sólo del agua fría y de la cerveza que se calienta sobre la mesa.
Pedí agua y ella me dio gasolina,
hice una oferta y recibí un vale de descuento.
El forro se desgasta pero mi colchón no tiene más plumas.
Y los árboles de la esquina no alcanzan a doblarla.
Un mendigo con un conejo hambriento y el resto sin ganas de ná…
Retazos y dispersiones III
Olvidaste lo que te dije y por eso todo se fue al carajo. Y ahora yo escucho a los Dead Kennedys mientras tú duermes en tu cama. Y el techno resuena en el horizonte, aburrido y desilusionado. Pum pum chas chas, como si con ello la vida fuera a ser mejor.
Y yo me pregunto qué hacer con tan mala conexión. Y el “merece la pena” queda aplastado por los meses en blanco.
Ilusión para quien sepa disfrutarla y esperanza para el desesperado.
Para el resto, vodka barato y putas fáciles de convencer.
Retazos y dispersiones II
Me dan ganas de vivir a través de vosotros y de morir disecando vuestras vidas. Deseo parasitar vuestros sentimientos y arrancar de ellos la experiencia. Aprenderé de lo que no sintáis y exploraré vuestros impulsos. Me alimentaré de los deseos frustrados que escondéis a los demás e incluso de aquellos que os ocultáis a vosotros mismos. Dejadme entrar y olvidad la vida. Abriré puertas y ventanas en vuestras almas y cruzaré corriendo de un lado a otro.
Y luego se fue a buscar a Daniel Johnston.
Retazos y dispersiones I
Y la vida tras la esquina aguarda siempre en guardia esperando pillarme en cuanto asome las orejas. Mientras, yo me escondo helado y devoro películas viejas.
Frío en el aire y en el corazón; lluvia en la calle. Todavía es pronto para saber, todavía es pronto.
viernes, 19 de septiembre de 2008
y cómo saber lo que no digo...
Cómo esperar que las cosas
vuelvan a su cauce.
Cómo beberse el tiempo
hasta entrar en tu ombligo
y llenar de mariposas
las piedras de un río.
Cómo comer constantemente
cosas con sabor a coco
y decir luego que están buenas
cuando saben a poco.
Cómo hacer rimas que contenten a todos
sin meterse entre baldosas y pegarse en el
lodo.
Cómo tocar el centro
cuando ya se está dentro...
sábado, 13 de septiembre de 2008
lunes, 8 de septiembre de 2008
Antivioladores. Antipollas.
Nunca lo saqué pero tuvo el efecto deseado: ningún tío se me acercó sin que yo quisiera.
Dejé de llevarlo cuando me casé con Juan
porque me sentía protegida,
pero él era una mierda en la cama.
A los cuarenta ya tenía que comprarle viagra
y se corría tan rápido que ni me enteraba.
Empecé a salir de bares y me divorcié.
Le dejaba la niña a una canguro.
Buscaba hombres rudos y viriles,
con pollas duras y malas maneras.
La mayoría me la metía con brusquedad
en el sucio lavabo de una gasolinera
y alguno incluso me llegó a pegar.
Pero necesitaba follar y empezaba a gustarme
que me hicieran daño.
Acabé pagando a putos para que fingieran violarme
porque me excitaba mucho.
Y era la única forma de que me corriera.
Pero al final lo dejé por miedo al sida
porque muchos no se ponían condón.
Estoy sana y busqué pareja
encontrando a un hombre que me quería.
Me pegaba en la cama pero era cariñoso
y vivimos felices.
Durante muchos años.
Ahora estoy sola y soy una anciana
que recuerda con cariño a su viejo amor,
y que se siente vacía.
Estoy deseando morir y recuerdo cada noche
cómo mi amor me pegaba antes de irse a dormir.
Incluso cuando ya no se le levantaba,
seguía haciendo el esfuerzo por mí.
Y yo lo recuerdo con placer y nostalgia.
Y añoro que me pegue.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
martes, 2 de septiembre de 2008
viernes, 29 de agosto de 2008
jueves, 28 de agosto de 2008
viernes, 15 de agosto de 2008
Hay besos que, incluso entre amantes que están deseando follar, saben a rechazo. Besos inertes entregados por inercia que inauguran una ingrata despedida. Recibir uno de esos besos de la muerte, que aniquilan relaciones igual que amistades, supone enfrentarse a la decadencia que precede al fin de todo imperio. Sensible decadencia para el imperio de los sentidos.
La única cura -si es que la hay- para uno de estos besos es escupir el veneno, como se hace con las mordeduras de serpiente.
Pero no dudes de que, aunque impidas que su veneno llegue a tu sangre, morirás igualmente: tus propios cuerpo y alma crearán el tóxico mortal , sea por resentimiento o añoranza, para el suicidio o el renacimiento.
Porque toda relación está destinada al trágico fracaso o a ser la última, lo cual es trágico de por sí.
domingo, 10 de agosto de 2008
sábado, 9 de agosto de 2008
viernes, 8 de agosto de 2008
domingo, 27 de julio de 2008
viernes, 25 de julio de 2008
Consumiéndo(nos)
El trono
puedes descubrir que tienes una peca en la espalda,
puedes aullar a la luna,
puedes oír el mar,
puedes oír a tu vecina ducharse
-en ciertas ocasiones, puedes incluso VER a tu vecina ducharse-,
puedes meterte un dedo en el culo y olerlo luego
como te hueles los sobacos antes de ponerte una camiseta limpia,
y sobre todo puedes cagar en paz
imaginando que la mierda cae en la boca de tu jefe,
igual que puedes romper las normas
y mear fuera de la taza empapando el suelo.
Sentado en la taza del váter puedes repasar tu vida
y cambiarlo todo,
puedes encontrarle una cura al sida
o recuperar tu inocencia perdida ida ida ida...
Puedes renacer o puedes suicidarte,
en un váter público puedes oír a un hombre silbar,
puedes anotar el tamaño de tu poya
y encontrar teléfonos a los que llamar,
puedes encontrar de nuevo la esencia de la vida
viendo la miseria que te rodea.
Sobre todo puedes darte cuenta
de lo estúpida que resulta nuestra moral
de lo políticamente correcto
Y lo mejor de todo es que puedes tirar de la cadena
esperando que algún día se rompa.