jueves, 21 de julio de 2011

dulce miopía
del desdetalle
que se desdibuja sin contorno
como el halo de un fantasma

dulce pupila
sin doctrina
que ignora formas y tamaños
y los resume en gotas de acuarela

dulce desequilibrio
del vértigo
que como droga gratuita
permite volar desde el suelo

dulce ilusión
sin dulzura
que se hunde en el agua
como una rana de cemento

lunes, 18 de julio de 2011

el lenguaje burocrático se había extendido como una enfermedad
por cerebros cegados por el detalle
tu voz en mis ojos me hacía llorar
porque era tu ausencia
lo que veía
en la calle
las musas dan por el culo
cuando uno quiere dormir
la cerveza sabe a cianuro
al callar cosas que no se quiere decir
los ojos brillan en la oscuridad
de una vida en la calle
y los abrazos se alejan por el mar
sin que nadie por ellos batalle

sé mi bala de cañón
sé el peso que al fondo me lleve
sé medusa que me palpe
sé la musa que tenga la llave
ella quería ser yo y yo quería estar muerto
repartimos las balas y apuntamos al aire
sobre una fila de naipes cayó la noche
agujereada
cayendo en murciélagos como granizo

mirando hacia arriba me cayó una bala
y mi cuerpo tembló como de trapo
tendido quedé sin decir nada
tendida exalación sobre la madrugada

ella acercó un dedo atento
para ver si era cierta mi muerte
buscaba una cremallera para abrirme y meterse
buscaba y buscaba sin tener esa suerte...
-este amor te ha sentado de lujo. escribes más y parece inspirado.
-no ha sido amor lo que he sentido, ni es amor lo que me hace escribir.
-entonces ¿qué te saca las palabras que antes no querían salir?
-un tapón que tenía en el culo y que parece que me han quitado
no querías follar con luz
y encendimos la oscuridad
para que sirviera de escolta
a tu procesión de problemas.
no quisiste verme
porque sabías que podrías llorar
al verme lejano, flotando en el horizonte.
nos frotamos como cerillas
por la sábana, sabiendo que difícilmente
podríamos arder.
y al final nos arrastramos
como baldosas
por el frío suelo de una cocina
sintiendo la desnudez sólo a través de los pies.
ella miraba el horizonte como si en él estuviera escrito algo
como si fuera rótulo de neón,
cuando tan sólo había un sol inquietante
quemando todo como un cabrón
las palabras hubieran temblado ante tus ojos
pero salían corriendo de entre mis dedos
las imágenes hubieran detenido el momento,
extendido entre un cielo y un suelo,
pero no hay horas ni luna ni nada
entre uno mismo y su pared
"chico, tienes que mirar al cielo y darte cuenta de que no hay nada que te separe de él"
dijo el poeta agarrando sus pies
antes de coger el cuchillo y demostrar su incongruencia
sobre su costrosa piel...
entre miles de personas desdichadas
fingiendo pasarlo en grande
queda feo mirar al cielo
y sentir que importa lo que uno siente.
sin embargo, al resguardo de tus cuatro paredes
entre libros que no sienten
queda feo mirar al cielo
y fingir que todo está bien...
-¿Entonces quieres decir que te has cansado de mí?
-No, pero te he conocido más.
-Y no te ha gustado.
-No.
-Vaya.

(y la vida siguió sorprendiendo al joven ingenuo
que no se sabe hacer querer)
la arena seca sobrevive al calor
respirando por sus grietas,
exudando piedras que vigilan el sol
para avisar si cae sobre el horizonte
sobre esta sartén natural
los hierbajos tiemblan a cámara lenta
y las moscas sudan
a la sombra de mierdas de perro.
sobre este calor infernal
flotan los fantasmas de los desdichados
convertidos en ráfagas de aire
que refrescan el sudor de los caminantes
y las gotas caen pesadamente por la frente
como caracoles derretidos sobre el filo de una navaja.
constelaciones de quejidos y suspiros
acompañan al amante envenenado
que teje telarañas
con sentimientos deshilachados
y cae atrapado en su propia trampa
como una hoja de papel hurtada al viento.
¡qué lustrosa brillaba la pupila cuando el ojo cayó al suelo!
y qué seca quedó la mirada
cuando el ojo empezó a ver...

decepciones planetarias

hay personas a las que no conoces, pero ves a menudo.
te importan una mierda, siendo claro:
jamás pensarías en ellos
y apenas existen aunque estén a tu lado.
hay personas que se pasan años girando a tu alrededor por casualidad
y que jamás te sacan una mirada.
hay personas que de repente te dicen hola,
puede que con un puñetazo,
y como un cardenal que va aflorando sobre la piel
aparecen en torno a ella tus sentimientos.
puede empezar con un leve interés, con curiosidad sana y atenta
y puede que incluso haya algo más
incluso una pizca de pimienta.
puede que uno pronto descubra
desilusionado
que esas personas no giraban en torno a él
sino que, simplemente, estaban en otro mundo
que da vueltas
y a veces, si eso, por casualidad, como quien no quiere la cosa,
se ven.
somos personas, hechos de errores
y a veces por error,
así que cuando uno se siente centro del universo
(de su universo, no se nos vaya la mano)
no puede evitar la decepción como un frenazo
de creerse orbitando en torno a otra persona
sin comprender que pronto estará de nuevo en el vacío.
hay quien se vuelve idiota y olvida la física de partículas
-o al menos la desconoce-,
hay quien espera que dos planetas se den de la mano...
pero no es así.
NO
ES
POSIBLE,
y mucho menos probable.
de modo que, cuando uno se ve fuera de órbita
lejos del campo de gravitación de esa persona,
con su maleta de ilusiones
y tonterías,
como la simpleza de "compartir un par de buenos momentos"
es lógico que piense que no lo merece,
que algo malo ha hecho...
...que no está hecho para eso.
Da igual
no intentes entenderlo, planetilla sin rumbo,
tan solo coge tu teremin
y canta un blues a la vía láctea.
y disfruta de un amor que se te va
pero te empuja con más fuerza hacia el siguiente

martes, 12 de julio de 2011

La pared de ladrillo había adquirido una naturaleza mística, sabia, iluminada por la luz deprimida de un mediodía que todavía hacía equilibrios entre la mañana y la tarde. El musgo seco entre los ladrillos, como una barba rala y perezosa, chamanizaba la mirada pétrea de un muro seco y polvoriento y hubiera enseñado a un pupilo la autosuficiencia con que aquella pequeña construcción humana, superviviente de décadas de uso y eternidades de abandono, había permanecido impasible, ardiendo en silencio como un monje tibetano. Pero eso sólo si hubiera habido alguien para sentarse a contemplar.

Tan sólo algunas espigas de maíz seco llevadas por el viento se asentaban en sus cuatro baldosas rodeadas de vegetación mustia, pero se mantenían delante sin dejar muy claro hacia dónde dirigían su interés, antes de abandonarse a su inquieta imaginación y volver a trepar a una brisa viajera.

El muro, indiferente a todo movimiento en torno a él, permanecía en estado de árida hibernación, como si aguardara inexpectante el momento de renacer de sí mismo a un estado mental superior. Pero, ¿quién puede saber lo que pensaba o siquiera si había algo surcando su diminuta alma carcárea, quizás un leve pensamiento que había ido creciendo como su conciencia hasta apoderarse de todo el campo que lo rodeaba, del cielo e incluso de la estrella más lejana del firmamento? Por lo que indicaba su actitud, el muro podría haber seguido así milenios enteros sin hacer un solo gesto, sin adelantarnos a los simples mortales que no llegaremos a ver el final, su futura victoria o derrota frente al mundo.

Asentado en mitad de un campo, en un punto ligeramente más elevado que el resto de la planicie, ni siquiera podríamos saber si el muro se alzaba orgulloso o si nos daba la espalda, impaciente por volver a sus reflexiones en cuanto nos hubiéramos ido.

Pero, ¿irnos? ¿Quiénes? ¿Acaso un simple "nos" mayestático nos ha hecho tomas consciencia de nosotros mismos? ¿Hemos adquirido vida al contemplar el cuerpo inerte de un cúmulo de ladrillos? No. Ni siquiera somos la propia voz del muro, que permanecerá sin aliento durante cientos, miles de años, impasible mucho después de que nos hayamos ido.

Y después de toda esta observación, el muro permanecerá estático en nuestra memoria hasta el día de la muerte, siendo compleja metáfora de ninguna idea y representación casual de un sentimiento sin nombre. Formará parte de los abrazos que demos, de las miradas que nos regalen y nos sentiremos muros elevados frente a la gente, dejando crecer nuestro musgo y cosechando horas en silencio inexpectante... aun sin saber si, tan sólo diez minutos después de irnos, nuestro querido amigo se desplomó sin más.

lunes, 11 de julio de 2011

"Es fácil: uno cosecha lo que ha sembrado"
dijo el campesino
y siguió regando la pared
a puñetazos
hasta que empezó a cosechar edificios en llamas.
1)Nos saludamos con dos cuchilladas
y empezamos a agitar los dientes
brillantes a la luz de la noche.
Observábamos los gestos del otro
con faros de coche
y medíamos por las farolas
nuestra velocidad.
Dimos vueltas por hospitales mentales,
por bares
y por el aire,
arrasamos el césped y la arena seca
destrozándonos contra asfalto y matorrales.
De mí encontraron una mano,
de tu cuerpo sacaron sólo un ojo
y el resto se lo comieron durante la noche
los vagabundos y los animales.
De sus mierdas salimos de nuevo,
renacidos pero sin cenizas
y descubrimos que el mundo desnudo
durante el sueño se había hecho trizas.
Sólo quedaba de nosotros una mano y un ojo
y con eso seguimos paseando,
soñando con altos edificios,
volando hacia las estrellas.




2)Hoy me siento una isla:
rodeado de gaviotas chillonas
y aplastado por el sol
contra el fondo del mar,
sacando a duras penas
la cabeza del agua
para extender mis palmeras
y respirar.
Hoy me he levantado colonizado
por robinsones invisibles
que hacen hogueras durante la noche
y cazan nubes con cañas de pescar,
que tallan ídolos en mis árboles
y soplan la arena que quiere volar.
Esta noche hundiré la cabeza
para bucear bajo el mar,
en busca de monedas y pedacitos
de sal.
Esta noche me iré
siguiendo el reflejo de la luna
surcando un mapa de olas
que flotan ingrávidas sobre el coral.


3)
Camino descalzo
sobre la azotea de mi cabeza,
con las piernas volando
en el viento
y los ojos nadando entre nubes.
Salto como si la luz fuera a llevarme
hasta el sol,
como si yo fuera pájaro en oferta,
y me siento a oler la ciudad
tendida boca abajo
sobre el mar azul.
El calor se asienta sobre los edificios
como un señor de la luz,
dueño de todo,
y yo lo contemplo en mi azotea
con la ingenuidad de un ingenuo,
chupando cristales rotos
y cagando botellas que lanzo al césped,
sabiendo que,
al final,
don Calor encontrará
un cristal que le sirva de lupa
y el verano regresará a nuestras casa
con su lengua de fuego,
hiriente y sublime:
con su infierno cotidiano
y sus olores tostados.


4) Reptaba sobre tu piel
oliento tu sudor con mi lengua
y susurrando silbidos para apoderarme
de tu consciencia.
Conocernos había sido un olisqueo mútuo,
perruno y sucio,
deshilando intimidades entre huesos y carne
con la excusa de un placer
que aguardaba bajo la piel.
Trepaste por mi cabeza con uñas de gato
abriendo flores como heridas
que bostezaban al aire enmohecido
de la noche.
Te abriste hecha laberinto
de palabras colgadas en mi oído
y te cerraste como un molusco
que sólo permite avistar su perla.
Qué raro fue cuando cogí el cuchillo
y vi el reflejo en tu mano
de unas tijeras…