jueves, 29 de noviembre de 2007

Cuento corto

En la oscuridad de la noche, Cesare contempla a través de una ventana el cuerpo de su amada mientras la lluvia cae con furia. Un leve movimiento y un rayo de luna delata el cuchillo en su mano. En su cabeza sólo un pensamiento, en su cuerpo sólo excitación. A su espalda el vacío más allá de la barandilla de la terraza.

Un suave chasquido, apenas perceptible, y la ventana está abierta. Después, como una exhalación, se introduce en la estancia con un movimiento calculado. En la cama, parte de la espalda desnuda de la muchacha sobresale entre las sábanas. Al estar tumbada de lado la cabeza y los brazos permanecen ocultos.

Invisible en la negrura, Cesare espera con calma a que sus ojos se adapten a la oscuridad y entonces se acerca a la cama, cruzando un rayo de luz que atraviesa la habitación. A cada paso se eleva un poco el cuchillo, la otra mano preparada para retirar las sábanas. Tan sólo un tirón y se deslizan por el cuerpo de la muchacha besando su desnudez y cayendo con un suspiro apagado.

A pesar de que la fría hoja del cuchillo está preparada, el cuerpo de Cesare permanece inmóvil. Ahora es cuando todas las consecuencias de su acto empiezan a hacerse tangibles, cuando por primera vez piensa en lo que hará después. Un último pensamiento corretea por su cabeza: la huida no será fácil. Entonces la mano libre comienza a avanzar.

Con envidiable rapidez, el cuchillo realiza un único movimiento y los ojos de la chica se abren de par en par. El grito desgarrado se queda en su boca, atrapado por la palma de la mano de Cesare, que aprieta con fuerza. Ella lo mira sorprendida.Sus pupilas muestran reconocimiento, también incomprensión.
Cesare acerca su boca al oído de la muchacha y susurra:

-He venido a rescatarla, princesa.

Y la joven se incorpora en silencio acariciándose las doloridas muñecas mientras él tira a un lado la cuerda cortada y se prepara para sacarla del castillo.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

violencia de genera

La estoy golpeando con toda mi fuerza y me siento genial. Parece que no me vaya a cansar nunca. Noto cómo me duelen los nudillos pero tengo la adrenalina tan disparada que nada me impide seguir golpeándola. También lo hago con el antebrazo y el canto de la mano, hasta que ya me duele todo y la golpeo con el codo.
Ella intenta decir algo:
-¡Cállate!
No pienso dejarle hablar. Le doy un cabezazo con todas mis fuerzas y me noto mareado. Joder, es dura... Me tambaleo un poco, la cabeza se me va de un lado a otro. Debo de parecer George Foreman después del galletazo de Alí... A punto de caer al suelo... Joder, que ni lo piense: aquí sigo, nena. Otro izquierdazo y noto cómo se me rompe la mano.
¡¡¡DIOSSSSS!!!
El dolor casi me hacer caer de rodillas, se me saltan las lágrimas. ¡No pienso rendirme, puta! Lanzo el puño contrario derecho a su jodida cara y me imagino que revienta como un melón.
¡¡Siiií!!
Después otro cabezazo, este aún más fuerte que el anterior. Y otro y otro y otro... Oigo un crack y ahora sí que me mareo y caigo. La cabeza me sangra... Joder, me duele como si se me fuera a salir el puto cerebro.
.................................................................................
Dos horas más tarde, cuando su mujer llega a casa, lo encuentra tirado en el suelo, muerto. Parece ser que estaba tan fuera de sí que mientras esperaba a que volviera se puso a golpearse contra la pared hasta que se reventó la cabeza.
(...)
Y yo digo: ¿por qué nunca pasan estas cosas?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Es cena

Grito:
-¡¡¡¡TE ODIO!!!
Golpeo.
Cientos de cristales caen al suelo como una cascada de purpurina.
Mi mano está manchada de sangre. Lloro y me llevo las manos a la cabeza.
Caigo de rodillas junto al espejo y luego ruedo por el suelo.
Me pongo en pie como si una cuerda invisible estuviera ahorcándome.
Voy hacia la mesa y cojo el cuchillo. Lo clavo en mi tripa.
Un pañuelo de sangre brota hacia los tablones del suelo.
El chas del cuchillo indica que se ha caído de mi mano. Aunque yo ya no siento nada.
De repente me quedo en la oscuridad. Hasta que sube de nuevo el telón.
Entonces todo son aplausos.
Saludo a los espectadores durante todo el tiempo que clapean con sus manos y después me despido con un gesto y me marcho.
Salgo del teatro por la puerta de servicio y aparezco en el callejón frío y sucio de todas las noches.
Camino por la calle nevada mientras la nieve me recubre y mi alma escapa en vaharadas de aliento de mi boca.
Vuelvo a sentir el vacío. Vuelvo a sentirme sola.

martes, 13 de noviembre de 2007

el monstruo interior

Mi piel se cae a trozos. Literalmente.

Hace tiempo que sé que podía pasar y lo temía: ahora ha empezado de verdad y no sé cuánto va a durar pero sé que es bueno.

Una vez tuve un sueño en el que mi rostro aparecía destrozado, la piel convertida en cortezas de cerdo. Una imagen que también aparecía era la de un suelo de madera en el que todos los tablones se combaban hacia arriba y sobresalían como cicatrices.

La gente me miraba y señalaba, mis amigos me rehuían, se me obligaba a vivir encerrado.

Aunque sea una imagen demasiado simbólica, al final del sueño me veía a mí mismo destrozando a martillazos el suelo de madera. Las astillas volaban por el aire.

Estaba sacando al monstruo: cambiando la piel.

Floreciendo de dentro hacia afuera...