miércoles, 29 de abril de 2009

Las casas brotan de la colina como setas acurrucadas unas junto a otras y se asemejan a un graderío lleno de idiotas, espectadores que miran la hierba crecer. Dirigidas sus miradas hacia abajo, contemplan -con las ventanas como platos- el tren que aparece y desaparece.
Apostaría a que aguardan ansiosas el próximo tren...
Con el sol todo parece distinto: las casas brillan, luciérnagas en la noche azul, y las sombras del cielo vuelven a quedar atadas a sus dueños en el suelo. El agua parece más clara, menos llena de secretos, y la piel se calienta de alegría. Con el sol los sentimientos fluyen, polen en el viento, y hasta el sexo despierta lejos de burdeles de cemento.
¡Qué bueno, que brilla el sol!
¡Qué bueno, que brillo yo!
Parecemos hechos para derrumbarnos pero nos mantenemos en pie de alguna forma. En un mar de relaciones inesperadas, flotando a la deriva, hacemos pie o tocamos fondo. Pero siempre queriendo más, buscando algo.
El abrazo de una chica a la que ni quieres ni deseas a veces significa más que la religión más creíble del mundo. Otras ni el sexo con la persona amada llenan más que un vaso de agua.
Amparadas tras el cristal de la cafetería, las parejas comparten sus sueños y sus tristezas. Bromean, discuten o simplemente bostezan. Y, mientras, el tiempo -siempre el tiempo que les queda- espera tras la esquina empuñando unas tijeras, cortando cuerdas al azar.
El azar: la religión del caos...
¿Puedes azar al azar un campo de azahar sin ver que existe una pequeña relación?
Eso espero.
No sirve de nada pensar porque las conclusiones no existen. Conclusión, como final, es el momento en el que la persona deja de pensar y acepta como respuesta la distancia a la que ha llegado.
Si es así... Si en eso sí que crees... Entonces no temas:
sólo cierra los ojos y aguarda.

Alrededores

Bosques talados o mal podados,
la cárcel roja tras el muro gris,
alguna casa entre autopistas
y un pueblecito
alla y allí.
...
Pueblos diminutos aplastados por el cielo
gris nublado y goteante,
una flor perdida entre ramas secas,
asfalto
y supermercados
...
Como un refugio triste de una guerra antigua
ennegrecen las casas imitando al cielo
y entre autopistas y campos de golf,
la grieta
incrustada
de una gran autopista.
...
Las casa antiguas rompen el cielo,
saturado y grasiento suelo de taller,
ensalzando la grandeza de una Historia pequeña
que sigue allí para quien la quiera ver.
...
El lujo y el confort del que lo tiene todo,
el aguantar desesperado de quien no tiene nada,
tanta riqueza mal repartida
y tanta tristeza mal escondida.
Su vestido no era blanco sino rosado, no era vestido sino desnudo. Y vestida con su suave piel atraía a los hombres como una sirena sin plumas ni voz.
Amaneció un sol gris tras un velo azulado
e infectó la mañana de su triste color.
Se reflejó en mi iris de tono dorado
y apagó mi cordura arrancando el calor.
La pizarra parecía un verde desierto lleno de nubes blancas de tiza, un mar oscuro lleno de estelas de barcos olvidados. La clase, un bosque de azulejo azotado por el viento. Y los intentos de la mano por dar sentido a esas formas tropezaban con el desinteresado desinterés de los gallitos.
Con un suspiro, el profesór flotó sobre sus cabezas y vio por un momento su futuro.
Pero nada les intimidaba para que dejaran de cacarear, ni siquiera la cuchilla afilada a la salida del edificio.
(...)
Un mal día en la escuela.

domingo, 26 de abril de 2009

El tamaño de mi cabeza aumentaba constantemente mientras tú estallabas en convulsiones de aburrimiento. Se hinchaba e hinchaba formando tumores que supuraban fétidos humores con sabor a sangre. Y todo ello a la luz artificial del televisor que se dispersaba por una atmósfera enrarecida. Las ondas de sufrimiento en el aire chocaban con las ventanas y se empañaban como deseos frustrados. Para mí todo era fruto de tu cuerpo sudado y retorcido en el suelo de madera astillada. Cada puntita se elevaba como una erección intentando clavarse en tu cuerpo deshecho.
Sentí unas manos dentro de mí que apartaban la carne, empujando hacia afuera.
"Tengo un pasajero", fue la única excusa que se me ocurrió para aquella reacción.
Mi tripa abierta chorreaba peces podridos en un caudal de agua de alcantarilla.
"Necesito derretirme" fue tu respuesta, acompañada por el sonido de chopchop que hacía tu piel cuando los poros escupían ese agua envenenada. "Necesito... calma."
Pero la calma no venía. Nada se movía en aquel cuarto en el que la electricidad sólo era estática. Y podíamos sentir las punzantes patitas de miles de insectos diminutos que correteaban por nuestra piel al son de la droga. Lo llamábamos "el ardor del ansia", lo confundíamos con amor. Esperábamos que se evaporara con el sol de la mañana, pero parecía que nunca fuera a llegar.
Aquel universo estaba destinado a la eternidad y nosotros nos convertiríamos pronto en estatuas. De cal.
En algún momento mi cabeza dejó de crecer, creo que porque había llegado a su tope. Mis ojos estaban aplastados, uno contra la superficie arenosa del techo, el otro contra el frío cristal de la ventana. Y mi mirada hacia fuera te hizo estallar en un llanto que sonaba a risas. Cuando vi las nubes rojas en el cielo naranja. Cuando vi derrumbarse en ruinas cientos de edificios de personas.
Carne púrpura rodaba hacia abajo en un sonido de huesos que crujen.
Todo tenía la calidad cuestionada de una pesadilla. Los sonidos en el cuarto parecían perderse en un espacio lejano. Notaba el eco de tus suspiros susurrando en mi cerebro.
"Ne...ce...si...to...másssssshh..." y tu lengua de serpiente asomaba asustadiza a intervalos regulares.
Sentí cómo olfateabas mi miedo.
La última persona cayó y quedó en la punta del montón, su cabeza dirigida hacia el cielo.
"Ya vaaaaaaaaaaamanecer", arrastré las palabras de una punta a otra de mis labios.
La persona fuera abrió su boca diminuta y regurgitó lo que parecía la cabeza de un misil.
Creo que te oí todavía susurrar un click.
Entonces todo desapareció en un torbellino de angustiada lentitud. Todo tan rápido que duró casi una eternidad. Sentí cada átomo rebelarse contra mí y clavar sus garras para arrancarse de mi ser.
Sentí el fin del comienzo.
De veras que lo sentí.
Fue lo último, de hecho...

sábado, 25 de abril de 2009

El último día daba vueltas de campana tras arrastrarse accidentado por una semana mala. Lamiendo el olor a sangre de las heridas de la rutina, miraba apesadumbrado a la gente paseante. Imposible entender lo que les movía por la calle, imposible siquiera mantener su mirada. Como un desecho deshecho entre sucesos y excesos, el día fatigó su calma con pensamientos distantes y sintió cómo la soledad barnizaba su piel de madera. Y mientras, el serrín húmedo goteaba por su costoso costado y el día se desangraba en horas de tipo A negativo.
Y la felicidad era una estatua en un cementerio de automóviles todavía marcados por las manchas de sangre de sus conductores infelices...
El infierno es un peatón de carne conociendo el mundo de acero a 180 km/h.
El infierno es una risa burlona que no sabemos de dónde viene...

lunes, 20 de abril de 2009

III.

Arcoiris
a quien quiero
rendir tributo
por
los colores
que me diste.
Fuiste luz
en la lluvia,
fuiste blanco
entre la multitud.
De colores
tus cabellos
negros como
el asfalto,
de colores
tu piel
blanca
como la noche.

II.

Fuiste todos los colores
a la vez,
fuiste todos los sabores
que probé,
fuiste causa de dolores
porque amé
y fuiste todas las flores
que quemé.

I.

Si hubo un primer amor
fuiste tú,
amor.
Si hubo
un primer dolor
fuiste tú.
Calor
sentí mientras te tuve
calor perdí
cuando te fuiste.
Si un sabor quedó
anclado
en mi lengua
fue tuyo
y quedó.
Quedó
resonando
quedo
en el silencio
de tus ojos.
De aquellas miradas
que buscaba
y encontré
sólo en ti.
Tú serás siempre
mi musa
confundida,
desconocida
de su propia belleza.
Tú serás
siempre.
Serás.

viernes, 17 de abril de 2009

Tus pasos bajando la escalera retumbaron en el pasillo casi tanto como en mi vida. Y el telón cayó al cerrarse la puerta, tras de ti, en el portal. Fue un momento intenso en el que el tiempo casi se detuvo, en el que todo iba tan lento que no sabía si ibas o venías.
Por un momento pensé que subías de nuevo. Que subías a recoger el calor que habías dejado en mi cama. A arrancarme el vacío y a llenar mi piel de besos que queman.
Casi notaba de nuevo tu presencia en el cuarto. Esa presencia que me costaría una vida olvidar pero que al día siguiente ya no tenía sentido. Ese fantasma de placeres nocturnos que me atormentó esporádicamente.
Casi...
Pero la puerta estaba cerrada y tú ya te habías ido de mi mundo.
¿Qué te llevaste en tus maletas que luego noté que me faltaba algo?
Tan rápido apareciste
y tan pronto no estabas
que fuiste un placer perdido
antes de que se enfriaran las sábanas.
Un racimo de rayas en constante simetría
es la corriente del río
que arrastra mi alegría
ahogando mis recuerdos en su fondo frío.