sábado, 25 de abril de 2009

El último día daba vueltas de campana tras arrastrarse accidentado por una semana mala. Lamiendo el olor a sangre de las heridas de la rutina, miraba apesadumbrado a la gente paseante. Imposible entender lo que les movía por la calle, imposible siquiera mantener su mirada. Como un desecho deshecho entre sucesos y excesos, el día fatigó su calma con pensamientos distantes y sintió cómo la soledad barnizaba su piel de madera. Y mientras, el serrín húmedo goteaba por su costoso costado y el día se desangraba en horas de tipo A negativo.
Y la felicidad era una estatua en un cementerio de automóviles todavía marcados por las manchas de sangre de sus conductores infelices...
El infierno es un peatón de carne conociendo el mundo de acero a 180 km/h.
El infierno es una risa burlona que no sabemos de dónde viene...

No hay comentarios: