miércoles, 29 de abril de 2009

La pizarra parecía un verde desierto lleno de nubes blancas de tiza, un mar oscuro lleno de estelas de barcos olvidados. La clase, un bosque de azulejo azotado por el viento. Y los intentos de la mano por dar sentido a esas formas tropezaban con el desinteresado desinterés de los gallitos.
Con un suspiro, el profesór flotó sobre sus cabezas y vio por un momento su futuro.
Pero nada les intimidaba para que dejaran de cacarear, ni siquiera la cuchilla afilada a la salida del edificio.
(...)
Un mal día en la escuela.

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