jueves, 19 de febrero de 2009

Para mí era tan simple como volver a empezar. Tan difícil como encontrarle un final adecuado.
Y mientras paseaba por la calle impregnada de tinieblas sentía desazón por la distancia entre mis labios y los suyos.
A cada paso que daba incrustaba en el suelo medio metro más de tierra de por medio, echaba una paletada de recuerdos sobre las flores de nuestra tumba. Y mientras las bombillas de las farolas lloraban luz que no ilumina, mi corazón se detuvo, se escurrió hacia el suelo y salió por la pernera de mi pantalón.

Dejando un rastro de pisadas de sangre que reveló mi camino a la policía.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Fragmentos dispersos de realidades cotidianas

Mientras los árboles dejan caer sus hojas brotan los pechos de su camisa. En redonda espiral las imágenes dan vueltas en torno a los pezones. El frío cristal se empaña en las ventanas y mi carne emerge como una burbuja en el agua. Todo tan delicado como un milagro.
Parece que fuera a estallar en cualquier momento
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Su cabeza cuelga del respaldo de la silla. Su último aliento cuelga de la bombilla del techo, que parpadea y muere también: coincidencias de la vida (y de la muerte).
En sus ojos permanece todavía la imagen del asesino.
Pero me voy y quedan vacíos.
Completamente.
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Negras nubes cargadas de días lluviosos cantan su tristeza silbando al viento. Se congregan sobre la ciudad y conspiran una tormenta mientras los árboles autistas se balancean al ritmo hipnótico del blues y aprietan sus raíces contra la tierra.
Es tiempo de conseguir un paragüas y un hacha.
Para enseñarles que no siempre pueden hacer lo que quieren.
O por diversión.
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Me vendieron un hacha para talar nubes y un libro en el que encerrar melodías. Y la vida, tan corta como el estornudo de una hormiga, empezó a sonreír con dientes de oro.
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Ayer miré por mi ventana y vi un muro.
Ayer escalé un muro y encontré a Dios.
Ayer conversé con Dios y le reproché sus fallos.
Ayer Dios reinició el equipo e instaló el Apocalipsis.
Pero eso fue ayer.
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La noche sonrió llena de sexo y placeres antes de recostarse sobre los hombros de la cuidad exhausta.
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Números escritos al azar era tu vida sobre el papel. Ahora que todo ha ardido estás en el aire.
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Obsesionada con el calor de la ducha helada caíste sobre un estruendo de guitarras.

jueves, 12 de febrero de 2009

El cielo cayó con la lluvia y quedó atrapado en un charco mientras el mar trepaba por el aire y formaba una cúpula azulada de horizonte a horizonte. Las nubes se disolvieron como azúcar en el agua dejando un dulzón aliento en el viento del atardecer, que sobrevivió rayado por el sol pero sucumbió ante el abrazo sensual de la noche. Qué triste sonó a la luz de las farolas el chapoteo de pisadas sobre el cielo derribado.