martes, 7 de octubre de 2008

Un muro roto a puñetazos y un alma resquebrajada por un soplo de aire. Destrucción por todas partes. Los ladrillos se agrietaron ante mi mirada y mi cerebro se descompuso con una imagen. Y las ideas rompían moldes de hormigón pero rebotaban contra la pantalla del televisor.
No puedo decir qué sentí al ver aquel cuadro pero tuve que salir corriendo de allí y alejarme lo más posible y buscar un sitio donde parar a meditar y soltar el ancla antes de hundirme. Y una neurona empujó a la otra: cayeron todas como fichas de dominó. Sangre goteando por mi nariz y escapando hacia la alcantarilla. Probablemente buscando el mar, puede que buscando cocaína.
Y arena, mucha arena, suave entre los pies pero dura entre mis venas. Músculo entre cristales y capas de hojalata titilando al viento. Me dieron un cerebro sin riendas y nunca pude tomar el control. Sobrecargado de sentimientos sentí que disentía del mundo y cuando comprendí cómo corregirlo ya no quise.
Mis miradas frustradas asolaron la carretera, yendo a doscientos por hora pero sólo unos minutos. La velocidad se unió a mi aliento y apestamos toda la zona; suerte que habíamos regalado a todos máscaras de gas. Y me paseé por la noche por el pueblo, entre la niebla pestilente, y comprobé que la gente desinhibida exhibía sus genitales sin pudor porque sabían que en cualquier momento iban a morir. Y entre balas furtivas muchos cayeron, otros simplemente se agacharon. Tomando posturas fetales pero pornográficas que resultaban alegres a la vista y curiosas al tacto. Todo el suelo húmedo de mucosas.
Supervivientes de un holocausto que se limpiaban la mierda y salían a comprar. "Qué tal me queda, cariño" decía la señora probándose el cráneo de su antiguo vecino, muerto en la guerra. Y grandes mujeres sin vida andaban arrastrando sus enormes barrigas mientras con el coño devoraban la basura de la calle. Y bigotes en hombres respetables andando a zancadas con sus piernas diminutas adornadas con liguero y lencería.
Todo ante la mirada impasible de un paseante que se para ante un cuadro. Que se para ante un cuadro y siente que es demasiado. Que siente que es demasiado pero sabe que no importa. Porque puede aguantarlo sin volverse loco.

No hay comentarios: