jueves, 9 de octubre de 2008

El edificio hablaba de desolación y de guerra. Las ventanas hablaban de vacío, de suciedad, de golpes en el cristal agrietado. Todos aquellos muros hablaban de protestas y pintadas, gritaban lo que la gente no se atrevía a decir. Y en conjunto, todo hablaba de miseria y del paso del tiempo. Todo menos un dibujito en una esquina: un pato amarillo que había dibujado una niña hacía más de treinta años.
Ese dibujito hablaba de esperanza, permitía creer en algo.
Aunque la mancha de sangre que había debajo no permitía creer demasiado.

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