viernes, 17 de octubre de 2008

Sin reconocer mi rostro en el espejo me enfrento al Yo desconocido que acecha en lo más profundo de mí, en las sombras que me rodean. A mi alrededor encuentro un bosque de árboles, probablemente de plástico, que crea una frontera a mi consciencia y encierra entre ramas de color verde industrial al niño que soy. Y abrazado a un peluche de tripas de ciervo, corro por el bosque aullando por mi cordura perdida entre las ofertas de un supermercado de deseos que se empeña en llamar mi atención con carteles de oferta y de demanda. Sin sentido todo, e indiferente.

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