martes, 7 de octubre de 2008

Si me encontrara a Jesucristo por la calle, le partiría las piernas con un bate de béisbol, le golpearía la espalda con la cadena de mi moto, tiraría mi televisor sobre su cabeza y ataría su cuerpo con cadenas al parachoques trasero de mi Ferrari. Lo arrastraría por toda la ciudad, por el casco antiguo de empedrado romano, lo llevaría por la autopista adelantando a todos. Luego trituraría los huesos de sus brazos metiéndolos entre los engranajes de las máquinas de los miles de fábricas que se extienden por cualquier polígono industrial y quemaría sus pies en una pira hecha con billetes de 500. Finalmente, lo crucificaría clavándolo a una atracción de feria. Y vería su cuerpo subir y bajar, dar vueltas, iluminarse con chillonas luces de neón.
Todo sea por el perdón de nuestros pecados.
Amén.

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