lunes, 29 de diciembre de 2008

Te atrapé cinco sentidos y un placer con mi lengua y los esparcí por todo tu cuerpo. Tristes olas ardían sobre tu piel mientras tus ojos se convulsionaban. Y pensé que lo que salía de tu boca era espuma. O ácido.
Me dijeron que tus pecas eran de LSD y nunca les creí hasta que las chupé una a una. Entonces comprobé que, como los sapos esos, tu sabor era adictivo y el placer interminable. Tu angustia chorreaba sobre mí y me purificaba. como las mejores lluvias.
Intenté disfrutar de la melancolía de tu presencia mientras presentía un presente insulso. Y la realidad cotidiana amenazaba más allá de la cama, por lo que me negaba a salir de allí. Eché raíces sobre el somier y me anclé en tu vagina. Escondido en tu cuerpo para no volver al mío. Perdido en lo profundo de una mirada a través del humo de un bar de copas. Dulce como sólo contigo podía serlo.
Y arranqué mi pasado de tu piel a la vez que sacaba mi alma de tu coño.
Y desaparecí como el aliento de un moribundo
para no volver jamás.

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