sábado, 1 de noviembre de 2008

Andaba por la calle sin sentido ni dirección cuando comprendí que no veía nada. A través de los cristales de mis gafas y de los cristales de mis ojos las imágenes se perdían difuminándose en colores cada vez más apagados. No es que hubiera niebla pero lo veía todo nublado. Las imágenes me atravesaban y se estampaban contra mi retina como huevos lanzados contra una pared. Y daba igual que me esforzara achinando los ojos, pues los contornos se escurrían hasta hacerse imperceptibles.
Y perdido caminé hasta caer la noche.

No hay comentarios: