lunes, 26 de enero de 2009

Qué raro se siente el día cuando se recubre de alegría. En una fina capa, pues la alegría no se deja engrosar, el brillo del sol se posa suavemente sobre los contornos de la vida e incluso el pánico al exceso de detalles queda ensordecido por la luz. El horror vacui se ve velado por el vacío ingrávido de la felicidad momentánea y la sensación resulta tan fluida y tan intensa que uno casi siente la nube de átomos que lo rodea y que contagia su bienestar.

Y puede que todo resulte ser sólo un engaño de los sentidos, pero ¿qué no lo es?

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