miércoles, 14 de enero de 2009

Cálido sentía el fusil en mi mano tras haberlo disparado. Aquel humo delicioso flotaba en el ambiente, ignorando la respuesta agitada de la multitud. Todas aquellas personas corriendo de un lado para otro. Y mi ventana abierta. Probablemente la única en el edificio. Inevitable que alguien dirigiera su mirada hacia arriba y la viera. Y yo estaría allí, con un fusil en la mano. Esperando el tiro de gracia.
Vamos, encuéntrame.
Apunta.
Mátam(...)
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