viernes, 9 de enero de 2009

La ciudad maldecía a la noche por haberle robado la luz.
La noche maldecía a las farolas por atentar contra su imperio de tinieblas.
Las farolas maldecían a los peatones que no reparaban en ellas.
Y los peatones se maldecían los unos a los otros porque sí.

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