miércoles, 1 de julio de 2009

Eras como un libro abierto.
Pero con vagina.
Podía ver dentro de ti y leer en el reverso de tus venas. Así descifraba tus historias antes de que me las contaras y sabía más de ti que tú misma.
Pero cuando dormíamos juntos de noche me sentía como un desconocido, como un extraño en tu cama. O en tu cuerpo.
De noche tus venas resplandecían iluminando el cuarto: tu luz asesinaba a la oscuridad y escondía su cadáver bajo la cama. El techo vivía plagado de sombras y formas, como las constelaciones del cielo nocturno.
Esto duró días y noches, hasta que, saliendo de un sueño sin salida, me encontré con tus ojos abiertos en la cama. Me miraban con una extraña expresión: como se inspecciona al extranjero que pide un visado para quedarse. Y yo sin mis fotos de carnet...
Tus ojos, abiertos, en la cama, y tú detrás. Escondida tras una mirada.
Te abracé acariciando tu piel y te toqué un pecho. Puede que en alguna realidad paralela todo esto tenga sentido, pero en la nuestra no: me diste la espalda, te apretaste contra mí y empezamos de nuevo a follar.
Lo que sea por un visado de estancia permanente.

No hay comentarios: