miércoles, 29 de julio de 2009

Abrí el libro y escapé de aquella habitación, de aquella ciudad. Lejos de todo ese calor concentrado, de preocupaciones y sufrimientos irreales y rutinarios. Me sumergí en la ilusión de la lejanía en el tiempo y en el espacio: en el terreno donde todo es posible. Disfrutaba evadiéndome de mí mismo y de los demás, habitando castillos en el aire que yo mismo inflaba con pompas de jabón.
La sensación era tan agradable como sentarse sobre la suave arena de la playa y hundirse quedando atrapado en una burbuja desde la que poder recrear todos los paraísos e infiernos de mi imaginación. De esa imaginación colectiva creada por los seres humanos en su conjunto: el inconsciente colectivo.
El único problema o miedo que me atenazaba era saber que en algún momento la burbuja estallaría...
...y toda la maldita arena de la rutina caería sobre mí otra vez...

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