viernes, 17 de julio de 2009

Dibujaba a trazos tus curvas mientras estabas tirada delante de mí. A lápiz. Esas formas que se agrupaban por el sofá en lo que nadie llamaría una postura. Eras una pequeña montaña de carne firme y yaciente. Nada más que carne, salvo por tus ojos. Intentaba no fijarme en esas dos lámparas azules que me miraban de reojo. Intentaba, digo.
El lápiz raspaba el papel como una caricia sobre tu cuerpo. Parecía gustarte, a juzgar por tus gemidos. Aparté el papel y vi que habías empezado a acariciarte. Maldita sea, eras un boceto rebelde.
Salté sobre ti para devolverte a tu forma. Quería aniquilar ese extraño movimiento, esa animación de tus líneas.
Quieta.
Pero no podía porque mi cuerpo quería pertenecer también al dibujo. Quería follarme a mi musa. Doblegarla contra el colchón, arrancarle la vida a mordiscos y acabar con ese sufrimiento interno que me obligaba a dibujar.
Te penetraba como el que golpea contra su insatisfacción. Quería llorar a través de ti mi melancolía y compartir mi soledad.
Maldita musa estúpida.
Déjame en paz.
Y parecía encantarte, la verdad.
Tu cuerpo entero se agitaba debajo de mí.
Como si yo no estuviera haciendo nada, en realidad. Eras tú la que me movía. Maldita sea, eras tú la que me utilizaba.
Incapaz de respirar, salté a un lado, sintiéndome morir.
Me miraste con sarcasmo o con pura maldad. De rodillas frente a mí. Empapada como mis genitales. Tu boca abierta hacia mis labios y el susurro de la inspiración.
Soplaste un poquito de aire y me hinché como una bolsa movida por el viento. Empecé a menerarme como atrapado en un remolino. No podía recuperar el control ni el equilibrio.
Caí al suelo llorando, sabiendo que tú me dabas la vida y podías quitármela.
Me deshinché como una bolsa
de basura.
Arranqué el boceto del cuaderno y vi cómo había quedado: trazos desgarrados lanzados con furia sobre un caos de colores deprimentes y sucios. Basura. Todo lo que tenía dentro era basura.
Me asomé a la ventana, intentando darle la espalda a mi mediocridad. El cielo negro de la noche parecía el fondo de un contenedor.
Tuve una arcada y vomité hacia la calle.
Cayeron latas vacías, colillas y cáscaras de plátano...

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