martes, 13 de octubre de 2009

Sentado en la oscuridad sintiendo el silencio.
Mi piel se agrieta por culpa del frío.
Mi cuerpo desnudo iluminando el almacén.
Atrapado en una pesadilla atemporal,
en la que el polvo en el aire permanece estático,
a la espera.
Siento los cimientos del edificio resquebrajarse
como finas copas de cristal
y la gravedad tirando de nosotros:
una boca abierta y luego el vacío.
Qué divertida es la ingravidez espiritual.

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