viernes, 9 de octubre de 2009

La torre se levantaba sobre la ciudad como si se dispusiera a abandonar aquella reunión de edificios. Rodeada de las pequeñas casa de la alta burguesía, se sentía incómoda ante aquellas ventanas siniestras que la miraban con fingida dignidad. Podía ver cómo debajo de aquellos tejados sólo se pensaba en dinero, cómo proliferaban las tiendas a pie de calle. Le repugnaban aquellas fachadas cuidadas, impolutamente exfoliadas y repintadas. Ella deseaba mostrar con sus piedras el paso de los años. Pero, ¿cómo sobrevivir en un ambiente como aquél?
Cerca, tan sólo unos kilómetros más allá, se alzaba un moderno edificio de viviendas. En él rebosaba la vida. Se oían gritos, niños jugando. De noche se veían sus luces encendidas, como si intentara recrear el firmamento para ella.
Pobre torre angustiada, mirando disimuladamente de reojo aquel edificio, mientras las casitas a su alrededor la observaban y criticaban.
Pobre torre angustiada, condenada a vivir congelada en esa extraña situación.

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