sábado, 6 de marzo de 2010

Sólo sabía escribir desesperación
titilante
en suaves notas de piano.
Sólo sabía hablar el silencio
susurrante
de los gritos a la medianoche.
Sólo sabía amar con odio
ardiente
puro hielo sobre la piel.
Pero su belleza era una sinfonía
de detalles sutiles
que harían temblar
composiciones dignas de una diosa.
Su belleza era tan
real
como cada átomo que la formaba.
Y sin embargo
dolía
como una cicatriz que no cura.

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