sábado, 6 de marzo de 2010

Abierto el libro de tus piernas, intenté leer la letra pequeña.
Hablaba de faldas quitadas a la medianoche,
de susurros clavados en un viento que escapa.
Hablaba de caer al vacío
y rebotar en un colchón de sexos empapados.
Cerrado el libro me diste la espalda,
que hablaba de noches frías en angustiado silencio
evitando dedos fríos sobre el colchón.
Hablaba de sueños incómodos
aplastados por la oscuridad de la noche,
que con su culo gordo
llenaba de peste nuestros olores.
Miré ya sin entusiasmo el libro de tus pies
que hablaba de viajes comunes,
de paseos sobre el cristal del cielo despejado.
Cerré tus libros y abrí el mío:
páginas en blanco todavía por escribir.
Y me di cuenta de que podía poner en él tus paseos sobre el cristal
y tus viajes de pies,
tus noches de olores y dedos fríos,
tus susurros de sexo empapado
y tus faldas hechas de beso encarnado.
"Eseselsentido", murmuré asombrado,
sintiendo tu tinta marcando mi piel.
Y dormí plácido
como un condenado,
sintiendo las letras agridulces
de aquel interminable poema.

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