Hacía malabares con palabras y -vive Dios- lo hacía bien.
Hacía malabares con cuchillos y no tenía miedo a cortarse.
Hacía malabares con hachas hasta que perdió un dedo.
Aunque lo único a lo que tenía miedo era a las palabras.
Porque no sabía cuál era beso
y cuál era cuchillo.
sábado, 6 de marzo de 2010
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