miércoles, 26 de agosto de 2009

Gritaba que el mundo no estaba hecho para ella, igual que sabía que ella no estaba hecha para nada especial.
Los días se le hacían demasiado largos y apáticos o demasiado cortos y apáticos.
Las pollas siempre le parecían demasiado pequeñas o demasiado blandas. Las sonrisas demasiado tensas.
La gente era una enfermedad incomprensible que infectaba las calles.
Los cigarrillos eran llaves para abrir puertas de humo en el aire.
Los niños eran piedras que gritan y babean. Los colegios, museos de arqueología.
Los besos eran vuelos de mariposa, los labios bailaban como babosas borrachas.
El sol era una farola a medianoche, la luna el faro de un coche.
La ropa era una piel innecesaria, la piel un traje placentero.
El corazón era un estéreo siempre on.
Y las cosas buenas de la vida eran dibujos infantiles sobre el mantel.
¡Qué bueno no necesitar a la vida y poder verla crecer a tu alrededor!

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