sábado, 22 de agosto de 2009

Ellos versionaban for your love y yo tragaba pastillas para la úlcera. Me sentí libre, por un estúpido segundo, antes de darme cuenta de que mi brazo estaba encadenado a la barra. Observé el concierto desde lejos y la chica que estaba a mi lado me miró con cara de zombie. No creo que se diera cuenta de que le colgaba el pellejo como si sólo fuera un cascarón de huesos. Asquerosos ojos de pez y baba goteando del labio inferior.
Me alejé de aquella escena del Bosco.
Entre la gente me volví a sentir bien: nada mejor que un montón de treintañeros borrachos saltando a tu alrededor para sentirte viejo pero joven. De hecho, bastante más joven que esos "jovencitos hipotecados" sin pasado ni futuro.
Intenté subir al escenario pero perdí el equilibrio y caí sobre el público, que no hizo ninguna intención por cogerme. Lo siguiente que recuerdo es la tumbona de la piscina y las estrellas en el cielo. Una noche teñida de bourbon.
Pensé en dejarme caer en el agua: probablemente sería incapaz de nadar y me hundiría sin remedio. Al día siguiente la casera encontraría un flotador hinchado y fofo con forma de pato.
Siempre he tenido forma de pato...
Después de maldecir un par de veces mi vida, acabé la bebida de un trago y me fui a mi habitación. A ese horno del demonio donde me sumergiría en la piscina del sueño.

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