domingo, 23 de agosto de 2009

Gotitas de pintura en las paredes y una motita marrón en el surco del iris de tu ojo. La pupila enorme, dilatada, perdida en la inmensidad de la noche, intentando arrancar un par de estrellas a la oscuridad. Una nube silenciosa ardiendo invisible en el cielo oculto. El ruido hipnótico de un motor que rumia su propio aburrimiento al calor del asfalto. El tacto agradable de una piel conocida en las tinieblas del paraíso del dormitorio.
Las gotitas de acuarela del estío enturbian el gris urbano de un otoño futuro.
El dolor de ser tan pequeño en un mundo sin límites, de ser tan grande en un mundo de detalles...

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