sábado, 14 de junio de 2008

Ella

Bailaba con la música que yo había puesto.
Brazos y piernas, caderas y muslos: todos a la vez.
Con los ojos cerrados y los sentidos abiertos.
Con ese cuerpo que jamás podría tocar
pero al que había inferido vida.
Sabía que no había sido yo,
que ella bailaba al son de músicos ya muertos,
pero todo aquello tenía sentido
porque estábamos allí.
Me sentí excitado y me sentí feliz y me sentí orgulloso de lo que había logrado, puesto que había creado algo a partir de la nada y,
a pesar de ser todo un engaño de mis sentidos,
parecía estar pasando.

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