"Tener un trabajo lo es todo", se repetía. "Dinero para comida y viajes, para ropa, para darse un capricho y, ¿por qué no?, para drogas".
Entonces miraba a la gente que por la calle estresada se dirigía a toda prisa a la estación y al trabajo. Apuraba con calma el café y seguía observando a través de la ventana. Sabía que no era sólo ese fino cristal lo que lo separaba de esa gente.
Entonces se pedía otro o se iba a pasear.
miércoles, 9 de julio de 2008
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