Conocí a un tipo que por cada línea que escribía se hacía un corte en la piel.
Todo su cuerpo estaba marcado por heridas y cicatrices.
Las chicas lo detestaban, hasta las que disfrutaban de su poesía.
Resultaba mucho más fácil conocer lo que escribía que conocerlo a él.
Una vez lo vi en un bar con un bloc de notas: apuntó algo y se cortó con una navaja.
Lo echaron, pero yo pensé que era un ser admirable.
Me acerqué y le pregunté por qué hacía eso, qué sentido tenía ese ritual.
Me contestó:
A uno tiene que dolerle lo que escribe, porque escribir es un crimen.
Y se alejó con los hombros encogidos, envuelto en un aura de misterio.
Desde entonces, por cada corte que me hago afeitándome, escribo una línea.
Todo su cuerpo estaba marcado por heridas y cicatrices.
Las chicas lo detestaban, hasta las que disfrutaban de su poesía.
Resultaba mucho más fácil conocer lo que escribía que conocerlo a él.
Una vez lo vi en un bar con un bloc de notas: apuntó algo y se cortó con una navaja.
Lo echaron, pero yo pensé que era un ser admirable.
Me acerqué y le pregunté por qué hacía eso, qué sentido tenía ese ritual.
Me contestó:
A uno tiene que dolerle lo que escribe, porque escribir es un crimen.
Y se alejó con los hombros encogidos, envuelto en un aura de misterio.
Desde entonces, por cada corte que me hago afeitándome, escribo una línea.
1 comentario:
Nunca antes había leído de una forma tan acertada cómo funciona el proceso creativo. Soberbio!
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