Hay cierta soledad implícita en cada adorno navideño.
Como un grito de desesperación traído por el viento.
Reflejos luminosos sobre bolas de juguete.
Colgando de hilos sobre acantilados de hojas de plástico.
Figuras aferradas a un hilo de su cabeza
vigilando la habitación con ojos de papel.
Y a veces quizás
una melodía
chillando feliz
en los silencios de vidas ajenas.
domingo, 19 de diciembre de 2010
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