Déjame oler el sudor de tu pecho y olvidar el color de tus ojos. Déjame esconderme bajo tu piel, entre músculos rojizos. Supera mi amor como una enfermedad y cúrate de mi aprecio que te contamina. Pero permite que duerma a tu lado, con los dedos de tus pies entre mis dientes. Con el sucio sabor a suelo y arena que me recuerda que te encantaba bailar.
Juntos vimos crecer una religión sin dioses basada en el sacrificio y derramamos nuestra sangre para poder creer en algo. Después dejamos que nuestros latidos se volvieran eléctricos y automáticos, hasta que la rutina los convirtió en un pitido aburrido que anunciaba el final. El problema es que aunque el ruido se apagó seguimos viviendo, desconectados.
Déjame tan sólo oler el sudor de tu pecho. Recordar aquellas noches de sexo cálido flotando en un mar de sábanas. Toda la noche buceando en tus besos y parando sólo para respirar.
Déjame recordar los pensamientos que flotaban en el cielo de la habitación como un humo denso, mientras tú dormías abrazada a mi respiración y yo cazaba tus sueños en la noche.
Déjame recordarte para volver a vivirte. Aunque mi mente emborrache las imágenes y distorsione tu esencia. Aunque empieze a recordar cosas que nunca pasaron.
Pero déjame hacerlo. Déjame.
Sólo déjame.
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