jueves, 19 de marzo de 2009

Hay un fuego leve y dorado en su piel de lagarto que enciende los sentidos bajo mis verdosas escamas. Su cuerpo diseñado para golpear el mío choca hecho hierro contra mi carne, como intentando amoldarla para forjarse un hombre a su medida. Y yo, pura contradicción, me siento de nuevo como un simple ensamblaje de cartílagos y huesos.
El sol amanece, un bostezo en el cielo azul incomprensible, y brilla vivaz en sus pupilas de plástico como en los ojos de una muñeca. Sólo el reflejo de mis ojos en los suyos la devuelve a la vida como si yo fuera el oxígeno que le falta. Y nada queda por hacer salvo apretarme a su piel ardiente y derretirme. Y esperar hasta que acabe el día y despierte la placentera noche de besos y abrazos.

Nada que hacer salvo vivir.

1 comentario:

Miss O. dijo...

...vaya...es precioso...

...=)...