martes, 31 de marzo de 2009

Cuando llueve me siento mal porque el agua que hay en mí llora en su cárcel de carne. Mi interior se agita burbujeante al contacto con la lluvia y siento la tristeza del fluido preso en mí: siento su anhelo por huir.
Por eso cuando llueve me encierro en casa y no quiero salir. Corro las cortinas como un telón que esconde el cielo y espero en silencio a que acabe el aguacero.
Entonces una ducha caliente apacigua mi agua y un té tibio sirve de mensajero.
Para decirle a mi agua que aguarde y aguante.

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