martes, 4 de diciembre de 2007

Un taimado hijodeputa

Todo el mundo pensaba que era un tío estupendo, aunque él y yo sabíamos que en realidad era un taimado hijodeputa.
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Tenía un especial talento para esquivar cualquier cosa similar a una habilidad artística o a un verdadero interés por las cosas que lo rodeaban, lo cual le permitía dedicarse única y exclusivamente a sus relaciones sociales y mantener su mente siempre en un plano vulgar y anodino que lo mantenía en una constante felicidad.
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Tras esta máscara de amabilidad se ocultaba un alma putrefacta llena de egoísmo, vanidad y desprecio. No habría hecho nada en su puta vida sin la promesa -o esperanza por lo menos- de una recompensa más o menos inmediata.
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Y ese hijoputa estaba apoyado en la barra a mi lado, hablándome desde su falsa y mal fingida ebriedad sobre varios aspectos algo escabrosos de su vida. Yo sabía que toda esa cháchara era una mierda sin sentido que me soltaba para que yo hiciera lo mismo, poniendo mis puntos débiles a su entera disposición para hacer conmigo lo que quisiera. No pensaba hacerlo, pero yo sí que estaba borracho, así que había que tener cuidado.
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No sé bien en qué momento el whiskey con hielo apagó esta señal de advertencia pero cuando me di cuenta le había contado mis penas, neuras, pasiones y rarezas. Me había desarmado inevitablemente exponiendo mi interior secreto a un taimado hijodeputa.
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Su sonrisa se volvió afilada como una cuchillada.
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Joder...

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