sábado, 15 de marzo de 2008

dedicado a j.g.ballard

Noto el cerebro consumido por las drogas y el alcohol. lanzo la botella contra la pared y me tambaleo hacia el coche. dejo caer mi peso sobre el asiento acolchado y me abrocho el cinturón. el morro del coche apunta hacia la gran avenida que hay al final de este callejón. según las reglas, bloqueo el freno para no poder utilizarlo y lo pongo en automático, desactivando las marchas. luego acelero y salgo a toda hostia del callejón, derrapando sobre unas cajas y apareciendo en la avenida como un jinete del apocalipsis. voy evitando los coches que me aparecen delante y cuando voy lo suficientemente rápido entro con un volantazo en la acera llena de peatones. siembro el caos, las personas van quedando espachurradas contra el capó. el crujir de huesos bajo las ruedas me da la risa. madres, niños y padres de familia paseando a sus mascotas desaparecen a mi paso, convirtiéndose en humus rojo. saco la poya y la froto contra el volante. una cabeza revienta contra el parabrisas haciendo una brecha en el cristal. el motor está al máximo de revoluciones y el contador marca 270 kms/h. la visión en el retrovisor de la avenida que va quedando atrás, presidida por una alfombra roja de peatones, desaparece cuando esnifo con fuerza de un bote de disolvente. pierdo el conocimiento y el coche se dirige sin control hacia la entrada de un hotel. atravieso el cristal de entrada, cinco sillones y dos sofás, además del mostrador de recepción y los cuerpos de treinta y dos personas, antes de pararme clavándome en el muro que detiene mi carrera y pulveriza mi cuerpo y mi coche. mi cráneo roto contra el volante y el cuello retorcido, las piernas en una impúdica postura y las manos incrustadas en mis antebrazos, que han sido arrancados de mis codos y clavados en el cuero del asiento, es el resultado de la colisión. varios miles de personas han televisado todo esto gracias a las cámaras situadas por todo el coche, además de la visión en primera persona gracias a la cámara implantada en mis retinas, servicio que costaba un incremento de 23 eurodólares. un presentador engominado despide la conexión hasta la semana siguiente y empieza la tanda de propaganda del Estado. es lo que tiene la televisión pública.

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