domingo, 2 de mayo de 2010

La calle resuena suave como la muerte de una mosca.
Mis ojos chirrían al moverse a izquierda y derecha.
Mis labios se agrietan tratando de decirme algo sobre el agua.
El sol late caliente sobre mi piel.
Siento tubos de escape dentro de mi garganta.
Siento soledad agridulce bañándome como aceite caliente.
Mi dedos se mueven por el aire escribiendo. No sé lo que dicen.
Siento que sólo soy un escaparate de huesos superpuestos.
Quiero destruirlo todo,
pero me siento demasiado apático hasta para eso.
El viento suave llega hasta mí como una condena de muerte.
Quizás soy yo la mosca.

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